¿Qué puedo hacer cuando la tristeza se siente colectiva?

Una reflexión desde lo vivido, lo sentido y lo que no siempre se puede explicar.


No soy psicóloga.
No tengo todas las respuestas.
Pero sí he pasado por duelos.
He vivido pérdidas.
Y aunque no hayan sido exactamente como las que tantas familias están enfrentando ahora, sé lo que se siente cuando la tristeza se te mete dentro… sin haber sido tuya.

Estos días, el alma dominicana se ha sentido más frágil.
Hay silencios que pesan.
Miradas que no sabemos cómo sostener.
Y preguntas que se repiten:

“¿Qué puedo hacer?”

¿Qué puedo hacer si no tengo las palabras perfectas?
¿Qué puedo hacer si me duele, aunque no conocía a nadie?
¿Qué puedo hacer cuando ni siquiera sé cómo seguir el día?

No tengo una fórmula mágica.
Pero esto es lo que he aprendido —y me recuerdo a mí misma una y otra vez:

1. Abraza tu propia fragilidad.

La vida es frágil. Lo sabemos.
Pero cuando se nos recuerda tan de golpe, necesitamos pausas.
Pausas para llorar, orar, respirar… simplemente sentir.

No te apresures a “estar bien”.
No hay que “ser fuerte” todo el tiempo.
Darte permiso para estar presente en el dolor es el primer paso para sostener a otros con amor real.

2. Acompaña sin explicar.

No siempre hay algo que decir.
Y muchas veces, lo más sanador es simplemente no irte.

Frases simples, como:

“Estoy aquí para lo que necesites.”
“No tengo las palabras, pero te acompaño.”
“No estás sola.”

…valen más que cualquier consejo bien intencionado.

3. Ora por ellos. Ora contigo.

Tal vez no puedes cambiar lo que pasó.
Pero puedes entregarlo en oración.
Puedes invitar a Dios a quedarse ahí, en medio del duelo.

Haz de tu día una oración viviente:
en cada abrazo, cada silencio, cada gesto lleno de compasión.

4. No minimices lo invisible.

El duelo no siempre se ve.
A veces aparece como cansancio, como esa falta de ánimo que nadie entiende.
Como una necesidad urgente de estar sola.

No todos lo viven igual.
No te compares.
No juzgues.
Cada alma tiene su ritmo. Y eso está bien.

5. La paz que das, empieza en ti.

La mejor forma de acompañar el dolor ajeno es reconectando con tu propia paz.

Respira.
Abraza.
Escribe.
Ora.
Comparte lo poco o mucho que tengas desde tu centro.
No necesitas tenerlo todo resuelto para ser canal de consuelo.

Si hoy sientes que no sabes cómo ayudar, empieza así:

✨ Siembra calma.
💛 Ofrece ternura.
🙏 Y deja que Dios actúe a través de ti.

Siguiente
Siguiente

El Poder del Autocuidado: Por Qué No es Egoísta Ponerte en Primer Lugar